La relación de Picasso con la
cerámica, quedará eternamente aunada a partir de la estancia en una pequeña población
de la Costa Azul francesa, llamada, Vallauris.
El
lugar, poseía una larga tradición ceramista, siendo conocida incluso desde
época romana, y que en el tiempo de Picasso, todavía, sería su fuente fundamental
de producción y comercio. La ocasión de
Picasso de visitar Vallauris, fue propiciada por la invitación a una exposición
de cerámica, organizada en 1946, por el matrimonio Ramié. Tras la visita a la exposición,
Suzanne y Georges Ramié, llevarían al pintor a su taller para que conociera su
recién instalado horno eléctrico, instante en que Picasso aprovechó
modelando tres piezas, una pequeña
cabeza de fauno y dos toros.
Al comienzo del verano siguiente,
pasará de nuevo por Vallauris, haciendo
una pequeña visita al matrimonio Ramié e interesándose por las figurillas
realizadas el año anterior. A partir de este encuentro su amistad con los Ramié
y su gusto hacia la cerámica se acrecentarán enormemente. Con lo que finalizada
la guerra, y viéndose con posibilidad de viajar, junto con las ansias que tenía
de vivir de nuevo junto al mar, dispuso quedarse en la pequeña villa. Compró un
chalé llamado, La Galloise, para instalarse de inmediato, decidido plenamente
emprender su nueva vocación alfarera.
¿Y qué decir de Picasso y su
manera pasional de concebir y experimentar todo lo que tiene que ver con el
arte? Que ocurrió lo esperado, a partir de entonces, y hasta casi el final de
sus días, la obsesión cerámica inundaría gran parte de su vida.
Con la placida sensación del
barro entre sus dedos y la ductilidad
con el que podía otorgar de tridimensionalidad a sus diseños fascinó
intensamente a Picasso. La técnica le facilitaba la confección exacta de sus innumerables
quimeras: Un simple jarrón de cuello alargado podría convertirse en un animal,
una usual baldosa en un búho o modelar las curvas de una botella hasta
transformarlas en las de una mujer. Según daba forma el artista a sus objetos
se manifestaba el alma que resurgiría del elemento.
Pablo Neruda, años después,
también, dedicará unas letras al inmenso periodo creativo de Picasso en la
pequeña villa de Vallauris:
En Vallauris en cada casa
tienen un prisionero.
Es el mismo siempre.
Es el humo.
A veces lo vigilan
padres de cejas blancas,
muchachas de color de avena.
Cuando tú pasas
notas que los aguardientes
del humo
se han dormido,
y por los techos, entre vasijas
rotas,
una conversación azul
entre el cielo y el humo. (…)
y el humo es una rosa de
alquitrán
que ha teñido de negro las
paredes,
allí Picasso,
entre las líneas y el infierno,
con su pan de barro,
cociéndolo,
puliéndolo , rompiéndolo,
hasta que el barro se ha vuelto
cintura,
pétalo de sirena,
guitarra de oro húmedo.
Y entonces con el pincel lo lame,
Su artigo es de una grande valia. Soy una estudiante de Artes, mestrado na UNESP Brasil, y estudió las ceramicas del Picasso. Mucho gusto de la sus palabras, perdonáme mi español... más adoraría de obter la bibliografia si over. Tengo muchas más, me ayudará mucho!
ResponderEliminarbesos